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Apostillas sobre “Una heroína”

Algunos datos más sobre la historia de Carmen Victoria Rovitti, esta vez contada por su hija y por uno de los sobrevivientes del naufragio producido en 1949, en las inmediaciones del Varadero Sarsotti. La persecución de “la Libertadora” a la heroína del Valento.

Los relatos orales no siempre coinciden con los escritos en su totalidad, menos seis décadas después. Y menos aún si éstos están incluidos en medios de comunicación, cuando es claro que ayer y hoy apenas escriben “una” versión de la historia.

Pero más allá de ello, lo importante, al menos para mí, es la percepción, lo que los recuerdos de estas historias colaterales dejan en sus protagonistas.

Este post fue basado, como casi siempre en este blog, en los relatos mediáticos (este, como se puede apreciar, es un blog que intenta recuperar discursos periodísticos).

La historia también fue contada en “Se hace tarde” (Radio Nacional Santa Fe) el martes pasado. El programa decidió profundizar en ella y aquí transcribo y dejo los audios de las entrevistas realizadas a Roberto Pacitti (uno de los sobrevivientes) y a Teresa Rovitti, hija de Carmen.

Roberto tenía cinco años cuando se produjo la tragedia en que murió uno de sus hermanos. Inevitablemente, su voz se quiebra en algunos tramos.



Mi padre tenía una lancha, de esa con motor marino, una lancha pequeña, éramos cuatro chicos nosotros que éramos hermanos, íbamos desde los 3 años hasta los 12 o 13 años, mi padre y después, del otro matrimonio iba la nena del capataz, Cerchiaro, iba un nene del otro matrimonio, Martínez y la mamá. Salimos a dar una vuelta en lancha, cuando cruzamos el riacho Santa Fe, que fuimos a entrar en el Valento, la lancha golpeó contra un poste que no se veía, habían cortado un árbol, habían dejado el tronco, la creciente lo había tapado, pegó la lancha y tumbamos, y bueno, mi hermano el mayor y yo nos abrazamos al caer y conseguimos más o menos mantenernos a flote pero uno de mis hermanos golpeó contra la lancha y se fue abajo, falleció. Después la hija de Cerchiaro también, la nena, y el hijo de Martínez también, fallecieron.
Y sobrevivimos, nos sacó Carmen, que estaba a 20 metros de la costa, que era una familia de pescadores y se arrimó, sintió los gritos, llegó con la canoa y nos fue sacando de a uno, a la mamá Martínez, a mi padre, que lo tenía flotando a mi hermano más chico y a nosotros dos. Después de eso mi padre en agradecimiento le dio a Carmen y a la familia una casita en el Centenario, donde ellos vivieron muchísimos años y después con los hijos y las hijas de ellos hemos tenido relaciones siempre, de amistad.

Teresa Rovitti, de 71 años, recuerda el dolor de su madre al no haber podido rescatar a los tres niños que murieron aquella tarde de 1949, y las tres cruces blancas que colocó en la isla y por las que durante mucho tiempo el arroyo El Valento también se conoció como el arroyo “de las tres cruces”.


La conmoción que la tragedia provocó no sólo en Santa Fe sino también en todo el país quedó documentada en los diarios de la época, y marcada en las vidas de todos los integrantes de la familia Rovitti. El presidente Juan Domingo Perón condecoró a Carmen por su valor; ayudó a esa familia de isleños a tener otra vida y nuevos trabajos. Pero a la llegada de la “Revolución Libertadora”, las cosas cambiaron mucho:



Por ese acto que mi madre tuvo fuimos muy perseguidos, porque había ese odio, no había democracia. Iban, nos rompían todo, la policía, nos allanaban. Yo sé que a mi padre lo llevaban preso por haber tenido ese contacto con Perón en la época esa, éramos vigilados, éramos perseguidos.
La medalla, única, fue vendida. Carmen murió joven y su esposo, radicalmente isleño, se desprendió de ella.



Teníamos nuestro terreno, donde hizo el salvataje mi madre después se loteó y ellos compraron, y tenía un ranchito que mi padre parecía que tenía las raíces ahí y él iba, pescaba, tenía un caballito, tenía una ovejita y un chanchito, era la costumbre de ir y venir, esas raíces no se las podíamos sacar pero te digo, se largó a tomar, mucha soledad, se enfermó, fue y vendió esas cosas muy valiosas, que más sinvergüenza es el que las compró, porque eso no lo podía comprar nadie, tenía el nombre de mi madre y decía premiada al valor y la firma de Juan Domingo Perón en relieve, era una medalla que habrá tenido tres dedos y cuatro centímetros por dos y medio, era una y la otra era chiquitita, esas que se pueden poner en los ojales del saco. El que lo compró y se abusó de eso, yo estaba casada, con un montón de hijos y mi situación económica, no podía ir para rescatarla, todo eso fue una desgracia, eso se perdió, pero de esta manera. 

1 comentarios:

nadia dijo...

Hola muy buena redaccion, soy la biz nieta de carmen y me siento tan orgullosa de leer lo que mi abuela a dejado en esta tierra...

 
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