Nicasio Oroño fue un gran estadista que gobernó Santa Fe entre 1865 y 1868. Debió irse corrido por una revolución. El hombre había tenido la loca idea de crear el Registro Civil y sacarle a la iglesia la potestad de anotar los bautismos, matrimonios y defunciones.
La oposición inició la campaña contra Oroño llamándolo como mínimo “hereje”. E inculcaron en la población la idea de que el Registro Civil afectaba sus sentimientos religiosos.
El gobierno, por su parte, había distribuido carteles con las nuevas disposiciones y se colocaban frente a los juzgados de paz.
Uno de ellos llegó a Rincón. Allí, en el pueblo en que el padre Castañeda había dejado su recuerdo y su prédica, los vecinos, junto a algunos militares, se amotinaron contra las disposiciones de Oroño. Y tomaron una resolución: fusilar al tablero que contenía las nuevas órdenes.
Fueron hasta el juzgado, arrancaron el cartel y lo llevaron a la plaza principal. Lo colocaron junto a la pared exterior del templo, y los vecinos se formaron en línea con sus fusiles. Un capitán, sable en mano, ordenó apuntar y hacer fuego.
Justicia popular, el tablero quedó totalmente acribillado.
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