La revolución radical de julio de 1893 provocó múltiples análisis para los sectores del patriciado santafesino. Uno de ellos tuvo que ver con la importante participación que tuvieron los extranjeros en el movimiento. Una cuestión de razas...
Fueron descalificados entonces los suizos alemanes, que osaban “ensangrentar nuestro suelo”; no sólo eran extranjeros, también eran “aguardentosos”.
Decía el diario Nueva Época que a los españoles, por ejemplo, les repugnaba la revolución hecha por algunos santafesinos, porque después de todo, de ellos descendían. También era rechazada la revuelta por italianos o franceses, “porque ellos han sabido luchar , porque quieren este país y lo quieren digno, y porque ellos no llevarían jamás a sus países en son de conquistadores a los extranjeros”.
Pero estos extranjeros que se plegaron a los revolucionarios, humillando a la provincia… tenían todos los defectos posibles. Dice textualmente el periódico:
Y lo más irritante, lo que más chocaba es que esos extranjeros no son siquiera de nuestra raza; su lengua es diametralmente opuesta a la nuestra, tienen los cabellos rojos, los ojos claros y ninguna vinculación tienen con nuestra historia. Así debieron ser los bárbaros que arruinaron el imperio romano.
Ni más, ni menos.
Más sobre esta revolución: Santa Fe revolucionada (I) Santa Fe revolucionada (II).
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