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Regalo para comenzar el año


Qué mejor que comenzar el año con una buena lectura. Un breve fragmento de "La vuelta completa" de Juan José Saer que resume la necesidad de seguir buscando...


Barco y Pancho caminan por la Costanera. Barco miraba el camalotal ("que parecía evocar algo en él") y se volvió hacia Pancho:


¿Sabías que a nuestra pobre ciudad la anduvieron llevando de un lugar a otro durante diez años?, —dijo, y después de un momento, volviendo a mirar el camalotal, agregó: —Sí, sabías. Bueno. Así fue la cosa. Entre nuestro viejo amigo el río y los pobres indios, que buscaban de vez en cuando un poco de alimentación, por una parte, y los gallegos por otra, hubo gresca durante mucho tiempo. La cosa es que los indios y el río ganaron. Casa por casa, arcón por arcón, espada por espada, rosario por rosario, después de muchos años la trajeron hasta aquí, y aquí la dejaron. Donde había estado antes, el río roía las playas y los indios la conciencia. Además, en el sur iban a estar más cerca de la repartija. Me son simpáticos “gangsters”; por lo menos hacían vida al sol y al aire libre: esos capitanes barbados, de ojos negros y atuendos resplandecientes, espadas pesadas, penetrando en la selva desde la playa dorada, al mediodía. Era chiquita nuestra ciudad a fines del siglo dieciséis. Eran todos Don Diego, Don Fernando, Don Gonzalo, Don Juan, sin mezcla, excepción hecha de algún portugués, y de esos ojos húmedos, perplejos, furiosas y vigilantes, que espiaban desde la selva para dar el salto en el momento preciso, para tratar de cobrar de alguna manera el despojo y la humillación recibida. Humillación, sí. La literatura, hecha casi siempre por conquistadores, no por conquistados y oprimidos, se ha empeñado en mostrarnos a sus víctimas como criaturas extrahumanas; así, creemos que entre los primates y los africanos, o los camellos y los beduinos, o los perros y los calchaquíes, no hay ninguna diferencia, y que el hecho de no descender en cuanto civilización y cultura del tronco grecolatino vuelve a los hombres feroces y bestiales. Es casi el mismo sentimiento que experimentamos al sospechar que seremos más fácilmente robados o asesinados si vivimos en un suburbio y no en el centro de la ciudad. La desconfianza hacia el campo, los barrios, todo eso, tiene su explicación en los prejuicios de una cultura aristocrática demasiado arrogante como para conocer su carga de culpa secreta.


Juan José Saer, La vuelta completa.


Biografía, opiniones, entrevistas y trabajos de Saer en El Ortiba.

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