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Dos marchas, dos países


Con poco menos de un mes de diferencia, dos demostraciones de fuerza marcaron la división que se produciría de allí en adelante en el país. Era 1945, cuando en septiembre un marcha parecía anunciar el fin del gobierno y particularmente de Perón. Y era octubre, cuando Perón renacía, al calor de otra movilización.


Septiembre: La constitución y la libertad

El 19 de septiembre de 1945 se realizó en Buenos Aires la “Marcha de la Constitución y la Libertad”, donde unidos iban radicales, socialistas y comunistas, junto a empresarios, comerciantes y terratenientes.

Desde Santa Fe, la adhesión a la marcha se produjo a través de un paro aconsejado por la Unión Gremial Obrera Local “como expresión de solidaridad con el movimiento de recuperación institucional del país”.

También apoyaron la medida el comercio y la industria de la provincia. Así calificó el respaldo el diario El Litoral un día antes: “En una actuación de amplia exteriorización del sentido democrático, las entidades a que nos referimos han resuelto adherirse ampliamente, de manera que mañana el comercio y la industria de toda la provincia clausurará sus actividades después de mediodía, adhiriéndose así a los ideales que promueven esa marcha patriótica”.

Se trataba de una movilización dirigida a terminar con el estilo de gobierno inaugurado el 4 de junio de 1943, pero sobre todo, a ponerle punto final a las políticas llevadas adelante por Juan Domingo Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión.

“En el acto se sintetizó el anhelo colectivo del pronto retorno a la normalidad institucional”, fue uno de los tantos títulos con que el vespertino reseñó la Marcha.

El Litoral estaba realmente conmovido. En una nota editorial al día siguiente así lo dijo: “Conmueve realmente, ver cómo un pueblo pacífico, a pesar de las intimidaciones, de los atropellos y del intento de corromperlo, expresa lealmente su fe en el imperio de la ley; su firme decisión de ser libre y democrático. (…) Conmueve porque la ciudadanía demuestra fe en el porvenir, porque el pueblo supera odios y prevenciones y confía en el mejor porvenir de la patria, sin sujeción a banderías, a prejuicios, a intereses, seguro de que los argentinos poseemos capacidad para gobernarnos decentemente, para ser ciudadanos libres de un mundo libre”.

La marcha, según el diario, demostraba que el pueblo sabía que el porvenir era suyo, de todos los que se encontraban “unidos fraternalmente en las filas democráticas, en la calle de todos y no desde escondidos tugurios o posiciones públicas”.

Interpretaba El Litoral al pueblo: éste no quería simplemente elecciones, sino “elecciones libres de la presión oficial; de la dirección antidemocrática de autoridades que hasta ahora han tratado de enervar los sentimientos y la conciencia democrática del pueblo, sin lograrlo, como se ve, pero sembrando cierta confusión en los que siempre buscan un pretexto para demorar las definiciones progresistas u ocupar sus puestos de lucha en defensa de las instituciones y del país”.

Octubre: El aluvión

La renuncia y posterior detención de Perón en octubre no pasaron desapercibidas para los dos principales diarios que se editaban en Santa Fe.

El 12 de octubre un grupo de “canillitas” (así, entre comillas los nombra El Litoral) intentó impedir la distribución del diario. En realidad, ellos secundaban a otros: a “elementos adictos a los funcionarios de la Secretaría de Trabajo y Previsión” que, además, gritaban:  “Viva el coronel Perón”.

Los  incidentes fueron atribuidos por el diario a la pasividad y hasta instigación de la policía, con anuencia del ministro de Gobierno de la Intervención Federal, Leandro Meiners.

El día 18 fue decisivo en nuestra ciudad. Se cumplía el paro dispuesto por la CGT y un asueto decretado por la provincia para asegurar la capacidad de movilización. Los canillitas adhirieron desde las 11 de la mañana, con lo cual el oficialista matutino El Orden podía estar en la calle. El Litoral, en cambio, decidió no salir.

La crónica publicada por El Orden el viernes 19 de octubre de 1945 marca que el paro, iniciado a la 0 hora del 18, había sido total: primero tranvías, luego ómnibus y finalmente trenes. Grupos de obreros, señala, invitaban a las casas de comercio a cerrar sus locales.

Si bien desde temprano se produjeron pequeñas manifestaciones en toda la ciudad, cerca del mediodía los obreros se dirigieron por calle San Martín hasta la Plaza de Mayo, llegando a Casa de Gobierno dando vivas a Perón. A pedido de la gente, salieron a los balcones el interventor Oscar Aldrey y sus ministros. Desde allí, Meiners expresó “la complacencia con que veía la actitud de la clase trabajadora como así la decidida acción en defensa de la causa justa y la adhesión al Coronel Perón”; agregó que “la masa trabajadora no debía ser temida sino amada”.

Por la tarde se realizó la manifestación central. Las entidades obreras partieron desde Boulevard Gálvez vivando a Perón, “al Primer Trabajador Argentino, a la Libertad, a la Patria, sin que faltaran los estribillos contra los que se mostraban contrarios a las reivindicaciones de los trabajadores”. Se dirigieron a calle San Martín y desde allí a Casa de Gobierno nuevamente.

Cada entidad obrera llevaba su bandera. Se leía en ellas: “Perón Presidente”.

Dice la crónica que un representante de la Unión Ferroviaria habló de que para la clase trabajadora había llegado su “día de su justicia” y que los trabajadores “llevarán siempre en el corazón y en el pensamiento al primer trabajador, coronel Perón”

El interventor Aldrey fue el más extenso y el más ovacionado en sus discursos. Dijo que en nuestro país había habido próceres incomprendidos, como San Martín y Rivadavia, pero que había dos hombres que no necesitaron morir “para entrar en lo más hondo del alma y lo más profundo del corazón de su pueblo: Hipólito Yrigoyen y el coronel Perón”.

Terminó diciendo que una nueva era se había iniciado en el proletariado de la Argentina. “Es la sucesora de las redenciones sociales que viene alumbrando el mundo, sin que su luz alumbre todavía la mente de muchos argentinos que se creen superiores en riqueza, estudios e inteligencia”.

En la desconcentración, un grupo de obreros se dirigió a El Litoral, provocando algunos disturbios. Durante la mañana, otros se habían producido en el Club Universitario y en el Colegio Nacional.

En su vuelta a la calle, el vespertino publicó la crónica de lo sucedido en Buenos Aires, poniendo en palabras lo que poco después se inmortalizaría en una foto: “Muchos encontraron en el agua de la fuente alivio para su calor, luego del derroche de energía realizado, no pocos se metieron descalzos dentro de ella para higienizarse”.

Se hace eco también de los incidentes frente al diario Crítica y a las repercusiones en la prensa internacional de los sucesos.

Para el Miami Daily News el día 18 fue “un día de tragedia para el pueblo argentino ‘que no apoya a Perón y un reto para las Naciones Unidas’”.

Reproduce El Litoral: “Perón reconquistó su puesto de ‘führer’ argentino mediante un golpe de falsos partidarios y revoltosos manifestantes”.

El Times había publicado: “Mirando hacia atrás se comprende que los elementos democráticos de la Argentina cometieron un terrible error al insistir en la entrega del gobierno a la Suprema Corte después de la reciente caída de Perón. Deberían haber organizado el gobierno con sus propios elementos aún con la presidencia de Farrell, y si era necesario haber estado en situación de ejercer influencia en los acontecimientos y desmantelar gradualmente la poderosa organización creada por Perón dentro del gobierno mismo para apoyar sus planes”.

El Litoral y El Orden no hacían más que comenzar unos intensos meses de la más pura militancia política para ver en la presidencia a uno u otro candidato. Sólo uno ganaría, y comenzaría otra batalla periodística.

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