José María Rosa, uno de los más recordados “revisionistas”
de nuestra historia, tuvo un paso destacado por la ciudad de Santa Fe, desde
donde debió irse, en 1945, acusado de fascista, falangista y rosista. La creación de "El Dorrego" puso en escena, entre otras cosas, a esa gran costumbre argentina: la simplificación.
Hay alguna literatura sobre el nacionalismo en Santa Fe y
algunos de sus ribetes fascistas. No soy entendida en la materia, por lo que no
voy a hacer ninguna apreciación sobre ello. Apenas, para los interesados,
recomiendo el libro de Darío Macor y Fernando Iglesias (“El peronismo antes del
peronismo. Memoria e historia de los orígenes del peronismo santafesino”),
donde se relatan distintas instancias del nacionalismo santafesino de los años
30, algunas, claro, con sesgo fascista.
Lo que interesa en este post es poner de manifiesto la
simplificación con que tanto ayer como hoy cierta prensa crea monstruos. Lo vemos
todos los días.
Que ha habido fascistas entre algunos nacionalistas, no voy
a discutirlo. Me refiero a simplificación cuando desde los diarios de la
ciudad, en 1945, se descalificó a personas como José María Rosa por ser, con el mismo énfasis,
fascista y rosista.
Ubiquémonos en el tiempo. Durante todo 1945 el país entero
estuvo escindido: de un lado los “democráticos” y del otro los “nazis”. La calificación
la pusieron los “democráticos” ante la neutralidad frente a la guerra,
sostenida hasta entonces por el gobierno de la Revolución de Junio de 1943. Acá
y acá,
hay dos ejemplos de cómo Santa Fe, a través de su prensa, se posicionó frente a
la disyuntiva.
En abril de ese año, el diario El Orden, que aún no era
peronista pero mucho menos era “nacionalista”, emprendió una campaña contra el
rector del Colegio Nacional, Vicente Fidel López (sin parentesco con su
homónimo, historiador que tuvo actuación durante buena parte del siglo XIX,
aclara el periódico). Decía que aquel, junto a otros profesores de ese Colegio,
eran “nuestros nazis”, que desde las aulas se encargaban de destacar “la
siniestra personalidad del tirano Rosas en la patria de Mariano Moreno,
Bernardino Rivadavia, José de San Martín, Justo José de Urquiza y Domingo
Faustino Sarmiento!”
El Nacional se había convertido, a decir de El Orden, en un “foco
de agitación totalitaria”. Poniendo en igualdad ideas, obras y nombres, marcaba
que desde allí se hacía prédica “a favor del falangismo y del rosismo, del
hitlerismo y del fascismo”. Solicitaba entonces
que esos docentes fueran condenados como “infames traidores a la patria”.
En el mes de mayo, El Litoral se suma a la campaña, dando la
información de que un inspector había sido enviado por el Ministerio de
Instrucción Pública de la Nación a Santa Fe. Decía: “En el Colegio Nacional de
esta ciudad se hizo visible la tendencia generalizada que llegó a alarmar a
todo el país por lo que significaba de regresión intelectual y la anarquía
política. El entronizamiento de teorías realmente superadas y en pugna con el
claro sentimiento liberal y democrático del pueblo argentino; el desdén
manifiesto por aquellos próceres que en nuestro país lucharon por el triunfo de
las ideas del progreso y de independencia desde Moreno y Rivadavia a Sarmiento
y Alberdi, llegó a asumir caracteres realmente morbosos. Nuestra ciudad fue
amenazada con el desborde rosista y también con un tipo de hispanidad
falangista que nadie que sea amante de la república y de la democracia acepta”.
Los alumnos del Colegio Nacional hicieron abandono de las
aulas y salieron a las calles para repudiar a sus profesores “nazi-rosistas”. Sobre
fines del mes, realizaron asambleas en el aula Alberdi de la Facultad de
Derecho y declararon que sólo volverían a clases si eran retirados “el rector y los celadores
políticos reaccionarios, hispanistas y rosistas”. Los estudiantes del
Bachillerato Nocturno, adhirieron a las resoluciones del Comité de Huelga de
los secundarios y declararon que bregarían “incansablemente por la depuración
de los malos profesores que han hecho desde la cátedra prédica constante en
contra de nuestras instituciones democráticas y exaltaron figuras que como la
del sombrío Juan Manuel de Rosas, (que) recibieron ya la sanción definitiva de
la Historia”.
El enviado del Ministerio nacional puso en funciones a un rector
interino, encargado de una “acción depuradora”. Esperaba El Orden que se
convirtiera en realidad “el alejamiento de los catedráticos con tendencias nazis,
fascistas o rosistas”. Aunque para junio, el mismo diario pedía más depuración,
pues ignoraba qué había sucedido con “los fervorosos totalitarios, doctores
Rosa y Villanueva”.
El “totalitario” José María Rosa vivía en la ciudad de Santa
Fe, donde había sido juez instructor (dando algunos fallos
ejemplares) y dictaba la cátedra de Historia de las Instituciones en la
Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Litoral, además de ejercer
como profesor también en el Colegio Nacional. Había sido uno de los fundadores,
en 1938, del Instituto de Estudios Federalistas, al conmemorarse el centenario
de la muerte de Estanislao López. Éste fue precursor del Instituto de
Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Dicen Fernando Devoto y Nora
Pagano en su “Historia de la historiografía argentina”: “Para los adversarios,
los integrantes del nuevo instituto podían considerarse todos dentro del campo
de lo que llamaban, algo apresuradamente, ‘fascismo’. Las cosas eran más
complejas. Ciertamente no eran partidarios de la república española ni del
comunismo ni simpatizantes de las democracias occidentales. Eran neutralistas y
ya a esa altura y con mayor o menor entusiasmo, según los casos, hispanistas y
defensores por fe o interés político del catolicismo. A partir de allí había
importantes diferencias entre los integrantes”.
El “totalitario” “Pepe” Rosa se fue de la ciudad en 1945 “por
desinteligencias con el rectorado y algunos centros de estudiantes, fruto de su
militancia política e histórica”.
La creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego puso nuevamente en debate a la historia, a Rosas y, entre tantas cosas más, a los textos escolares. Pero también pone en el centro de la escena a esa gran costumbre argentina, alimentada por los medios de comunicación: la simplificación.
1 comentarios:
Jose Maria "Pepe" Rosa, ningun maestro de historia, podra igualar a la rectitud del mestro Rosa.
tu humilde discipulo
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