¿Se heredan actitudes? Rodolfo Freyre fue gobernador de Santa Fe entre 1902 y 1906. E instauró la manía de ponerle su nombre a todas las inauguraciones que realizó. Un mandato familiar transmitido por herencia a su bisnieto, Ezequiel Martín.
Ezequiel Martín no pierde ocasión de hacer gala de su pasado y cada vez que puede recuerda que nació en una familia que le dio a la provincia tres gobernadores y a la ciudad un intendente antes que él.
Cuando se inauguraron las obras del Teatro Municipal se encargó de recordar que su bisabuelo, Rodolfo Freyre, había sido el gobernador que lo había inaugurado allá en 1905.
Y Ezequiel Martín no podía sino imitar a su bisabuelo admirado. Díganme si esta conducta no les suena conocida.
En 1905, el diario Unión Provincial publicó un artículo que señalaba que Freyre había cometido un acto de “inmensa y desorbitada vanidad”. El gobernador había ido a Rosario a inaugurar una escuela ¡y le puso su propio nombre!
Decía Unión Provincial: “Usualmente se reconoce que el Sr. Freyre no tiene títulos ni merecimientos para honor semejante, solamente otorgado a los grandes propulsores y bienhechores de la educación”. Además, aseguraba que esa escuela había sido construida con un “espíritu anormal de lujo y vanidad”, invirtiéndose en ella el dinero suficiente para edificar al menos tres cómodas, espaciosas e higiénicas casas-escuelas.
“Ese acto de adulación servil, que hace enrojecer las mejillas es la negación absoluta de la democracia. No es lícito tolerar sin protestar semejantes actos de endiosamiento personal, fraguados por la presunción propia y el servilismo ajeno”.
Gestión Rodolfo
Traigo la respuesta también a la manía de Ezequiel Martín de ponerle a cada publicidad (¡incluso a las felicitaciones a Germán Chiaraviglio por su triunfo en Beijing!) el sello “Gestión Balbarrey”.
Además del episodio de la escuela, cuenta Unión Provincial que su bisabuelo Rodolfo Freyre, le ponía su nombre a todo: puentes, puertos, escuelas, bombas de incendio.
“En el rodolfismo, en el sin mácula donde no hay sino puros lomos colorados, es decir, gente que lleva la vergüenza en el lomo, por cuya razón es inútil buscársela por ninguna otra parte, va siendo manía dar a todas las cosas el nombre del súper, del divino, del eterno patrón que reconocen, el nombre de Freyre”.
El periódico continuaba: “No encontrando obras nuevas que bautizar con ese gran nombre, que de puro grande no cabrá en la historia, se ha formado una sociedad cooperativa de rodolfistas para… ¿a que no adivinan ustedes? … Pues nada, que para construir mingitorios públicos en esta capital”.
Habían denominado gobernador Freyre a la cooperativa y, según Unión Provincial, “resolvieron colocar en bajo o alto relieve, como mejor resulte, la efigie del ídolo en todas las obras que para alivio del buen público levanten en esta capital”.
Esta vez, el diario no tenía quejas: “Por fin tenemos que aplaudir una feliz iniciativa del rodolfismo. La empresa nos parece necesaria, el nombre apropiado y justo el homenaje”.
Otra de Rodolfo
Ignacio Crespo era un representante de lo más selecto y tradicional de la sociedad santafesina. En su larga vida, ocupó varios cargos públicos y su pensamiento político deambuló por varios sitios.
Llega a la gobernación en 1910, con 78 años y el apoyo de los ex mandatarios Rodolfo Freyre y Luciano Leiva.
Crespo en el gobierno no repartió poder con sus aliados y así se conformó una maniobra que lo iba a catapultar a la historia como el primer gobernador destituido por juicio político. Freyre, como presidente de la cámara de senadores, impidió la asunción de los legisladores electos en primer lugar y asumieron los adeptos a la Coalición de los ex gobernadores.
La idea de Freyre, según los diarios de esa época, era la formación de juicio político a Crespo para reasumir la gobernación: el vice gobernador había muerto y era el siguiente en la línea sucesoria. La intervención nacional frustró la jugada de Freyre en esta extraña obsesión reeleccionista.
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