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La misión del periodismo (II)

En esta entrega, nos ocupamos de la vocación del periodista. Como ninguna otra profesión, fue en otros tiempos, considerada un “apostolado”, no una profesión “vulgar” que necesitaba de remuneración. Ya lo había dicho también don Salvador Caputto en el diario La Palabra : sus redactores y colaboradores no cobraban sueldo; realizaban su trabajo “gustosos en homenaje a la causa y a la tendencia del diario”.


En esta entrega, nos ocupamos de la vocación del periodista. Como ninguna otra profesión, fue en otros tiempos, considerada un “apostolado”, no una profesión “vulgar” que necesitaba de remuneración. Ya lo había dicho también don Salvador Caputto en el diario La Palabra : sus redactores y colaboradores no cobraban sueldo; realizaban su trabajo “gustosos en homenaje a la causa y a la tendencia del diario”.

Hay ciertas profesiones que en la consideración colectiva son juzgadas como apostolados, esto es, pura vocación, sin ánimo de lucro. Por ejemplo, los docentes. Hay quienes dicen que no importa si ganan mucho o poco, porque lo suyo es un “apostolado”.

Nadie diría hoy que el periodismo es un apostolado. Basta con ver televisión, escuchar radio o leer un diario. Pero, en nuestra ciudad, alguna vez la prensa fue considerada así, un apostolado. En realidad, se consideraba a sí misma de ese modo: nadie nunca los puso en ese sitio . Como los militares desde la década del 30, nuestros periodistas en los siglos XIX y parte del XX sufrieron ese extraño síndrome que Jorge Lanata en Argentinos II definió como el “sacrificio republicano” . Los periodistas de la época eran, en virtud de alguna designación divina, los guardianes de la moral santafesina.

Vamos con algunos pocos ejemplos, de los que abundan en los cientos de rollos de microfilmes depositados en el Archivo General de la Provincia.

Apostolados
A propósito de algunas críticas que el diario Santa Fe se sentía en la obligación de hacer a la policía por su escasa efectividad a la hora de reprimir el juego, en mayo de 1913 publica un extenso editorial explicando esto del apostolado de la prensa.

“Los extraños a la vida íntima del periodismo, no pueden imaginarse cuán dura e ingrata es, cuán grandes son los sinsabores que en ella se sufren y cuán enormes las dificultades de que está sembrada”, escribía un editorialista.

Quién sabe de qué vivía el editorialista, probablemente era funcionario de gobierno, o tenía con qué ganarse la vida, porque esto decía del periodismo: “Si el periodismo fuese sólo profesión vulgar para obtener simplemente medios de subsistencia, no habría periodistas, para fortuna de los protervos (perverso, indecente, deshonesto)”.

“Por suerte, nuestro llamado profesionalismo, trae esencia de apostolado y todo lo resistimos, y todo lo aprobamos con serenidad y entereza, siguiendo el sabio consejo del querido Larra: parecemos a la piedra que en silencio recibe los golpes de picapedrero, o a la sanguijuela que después de salvar la vida al enfermo, sabe que ha de morir de un tijeretazo, y sin embargo cumple su misión en la vida”.

Esto era el periodismo en aquellos años: un apostolado, una misión en la vida. Vivir, se vivía de otra cosa. Un ministro era a la vez el propietario de un diario. Un candidato a gobernador fundaba un diario: lo sostenía si perdía para hacer oposición; lo sostenía si ganaba para tener buenos publicistas.

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