San Javier y el turismo sexual infantil vuelven a ser noticia. Por supuesto, hay quienes lo desmienten. Pero más atrás en el tiempo, estancieros y policías ya eran “bestias humanas” en ese lugar. Un caso de abuso sexual por parte de poderosos, en la costa santafesina, en 1921.
Como bestias humanas fueron calificados por el diario Santa Fe estancieros adinerados y un empleado de policía que ultrajaron a una mujer en San Javier en 1921.
Inadmisible una cosa así en épocas tan modernas, decía, una “época de cultura superior, de telegrafía sin hilos, de vuelos mecánicos magníficos”, donde se producen escenas brutales, salvajes y morbosas".
Se trataba de una maestra de escuela, “llevada con engaño a una fiesta campestre que se convirtió en orgía y de orgía en crimen, en crimen salvaje, de esos que merecen la execración y el repudio de todos los hombres de conciencia”.
Según el periódico, “para eso se había complotado el dinero con la policía y la astucia con la degradación. Es de imaginarse la escena horripilante de los hombres brutalmente alcoholizados, obrando como indios, peor todavía, porque el indio mata e incendia en el malón por necesidad o por venganza; esos hombres no, lo han hecho por maldad, tal vez por atavismo”.
Nótese el lenguaje indignado del periodista: “Los estancieros que han intervenido, haciendo de su propia casa un lupanar, y el empleado de policía que les ha ayudado no tienen átomo de conciencia, porque su crimen es de los que enlodan a quienes los cometen y hasta al pueblo que los cobija. Es peor que matar a mansalva, que robar en pandilla y ellos han muerto una moral y han robado un honor enloquecidos por la sensualidad de los instintos”.
Es curioso cómo se ve claramente lo que se podía esperar de una y otra clase social según el diario: “Si un paisano cualquiera, si un malevo alzado hubiera llegado a esos extremos nada habría que decir: está fuera de la ley y ha dejado de pertenecer al medio social donde vivía. Además se le persigue, se le acorrala y se le encarcela o se le mata apenas se muestra entre gentes. Pero los que viven entre el honor y las buenas costumbres de los pueblos, no tienen manera de explicar ese salvajismo. Y ese comisario, en cuyas manos pone el gobierno la vida y los intereses de los vecinos resulta el primer enemigo del orden social”.
El diario endilga las responsabilidades últimas del caso al gobierno de Enrique Mosca, quien había designado al comisario del pueblo, que tenía tres procesos por homicidio y algunas denuncias por arbitrariedades. Y aseguraba también que algunos jueces de paz eran ex convictos.
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