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Poemas para la imprenta

Gutemberg y la imprenta, se sabe, revolucionaron el mundo del siglo XV. Aún en el siglo XIX, en un diario de Santa Fe, era merecedora de un poema. Algunos años después, lo mismo sucedió en el diario Crítica.

 

El 13 de octubre de 1869 hizo su aparición la segunda época del diario El Pueblo. Con sus letras muy apretadas y en enormes páginas obsequia a sus lectores con los “magníficos versos” de la “bien cortada pluma del literato D. Sampel”.

 

Hélos aquí. Se llama “La imprenta”:

Un hombre está leyendo… solitario

Con profundo, tenaz recogimiento,

En un libro inmortal… el santuario

Donde vaga de Dios el pensamiento

En la inefable historia del Calvario…

 

Largo tiempo su espíritu medita

En los hondos secretos de la historia;

En su mente los siglos resucita;

Y, con la fe suprema de la gloria,

Siente que audaz su corazón se agita.

 

“Pueblos! – exclama con sublime acento:

“Quién os dará la fuerza y la esperanza,

“Si entre tinieblas y servil tormento,

“El Evangelio a comprender no alcanza

“Vuestro débil y oscuro entendimiento?...

 

“Dios es las luz! La creación ideal

“Vivir es progresar –desarrollando

“La verdad que en el cielo centellea!

“La humanidad –su espíritu elevando

“Libre será cuando su historia lea!...”

 

Dijo: y tomando su buril divino

Labró el nombre de Dios en la madera;  

Y al oprimir la plancha el peregrino

Se iluminó reproduciendo entera,

La palabra de mágico destino!

 

Y, de esperanza, Guttemberg radiante

Su incomparable mecanismo inventa,

Y, alzando a Dios la frente palpitante,

Le dice al hombre: “Os dejo con la imprenta

“La redención, libertad triunfante”.

 

Del, para mí, ignoto Sampel, fue publicado en pleno siglo XIX este poema en un diario santafesino. Varias décadas después, el conocido Raúl González Tuñón publicó en el mítico Crítica de Natalio Botana el Poema a la Hoe, cuando las célebres rotativas hacían su debut en Buenos Aires, el 2 de septiembre de 1927 (*):

 

El diario ha florecido grandes plantas de hierro.

La Hoe es el corazón de Buenos Aires.

La Hoe es el corazón del tiempo.

La Hoe es el domingo del maquinismo, una canción de acero,

Fiesta de tornillos aceitados, alegría de la velocidad.

Ruedas ligeras, tuercas como ideas

En el gran cerebro de acero.

Somos la juventud de hoy, la de ayer, y la de mañana.

Somos los que nos emocionamos ante los caminos de hierro más que ante los crepúsculos de bambalinas baratas.

Somos los que nos emocionamos ante los blancos rascacielos

Más que ante las reliquias y polvorosas estampas.

Todo el rumor de la ciudad, todo el aliento de la pampa.

Somos los hombres nuevos recién llegados al mundo.

Tenemos las manos firmes y el corazón cantando.

Nos rodean las casas altas y la miseria y el dolor.

Y la injusticia y la fatiga —y vivims en esperanza.

En la casa de los poetas hay un gran stock de alegría.

¡Cómo canta la Hoe!

Se alza una canción estremecida;

Por un lado tritura el papel blanco

Y por el otro parte la hoja florecida.

Afiche: los nombres sonoros,

La máquina grávida…

¡Crítica, Crítica, Crítica”

Hay que abrir más ventanas, hay que abrir más ventanas

En la ciudad, al cielo:las ventanas cordiales de paisajes distintos,

Decir, abrir palabras como se abren caminos…

Y llamear en el puerto banderas generosas.

Y empapelar las lunas, símblos del pasado,

Blanquear las chimeneas, vibrar los rascacielos

Escalando con gritos como el sol los tejados…

¡Recién venidos al mundo somos los hombres nuevos!

¡Hemos llegado ahora con las manos abiertas

Y el corazón cantando! 

(*) Álvaro Abós. El Tábano. Sudamericana, Buenos Aires, 2001, pp.129-140

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que es un buen puesto. Me encanta la lectura de estos tipos o artículos. Puedo? Esperar a ver lo que otros tienen que decir.

 
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